Fedecarne cumple 85 saludables años, años en los que el consumo de carne y derivados ha evolucionado al tiempo con la sociedad, hasta llegar al momento en el que estamos en el que parece ser que se avecinan tiempos tormentosos para algunos alimentos que forman parte de la dieta desde tiempos ancestrales.
Si nos fijamos en las actuales corrientes que han llegado para quedarse, en contra del consumo de carne, no puedo por menos pensar que, llevando un poco el argumento al extremo, lo sé, en estos momentos quizá no estaríamos aquí si precisamente no hubiéramos introducido la carne en nuestra alimentación.
De hecho, la antropología, que es la ciencia que estudia las culturas y sociedades, sus costumbres y evolución recoge de forma razonada y científica la importancia de la introducción de la proteína animal en nuestra alimentación como una de las razones precisamente de la evolución del ser humano, y aunque sería arriesgado atribuir a un solo factor el desarrollo de la inteligencia humana, diversos estudios científicos relacionan el consumo de carne con el mayor desarrollo del cerebro y los cambios en nuestra conformación digestiva.
Así, eminentes antropólogos como Juan L. Arsuaga, William R. Leonard, Leslie C. Aiello o Peter Wheeler, entre otros, defienden que fue el aumento del consumo de carne en relación con el consumo vegetal en la dieta lo que contribuyó a modificar el aparato digestivo acortando el intestino, y a aumentar el tamaño de nuestro cerebro permitiendo con ello un mayor desarrollo de la inteligencia. La adecuada combinación de alimentos de origen animal y vegetal nos ha llevado a convertirnos en seres humanos diferentes y versátiles.
Según los estudios evolutivos, nuestros antepasados comenzaron a consumir carne hace aproximadamente 2.5 millones de años, a partir de carroña animal en un primer momento y posteriormente obtenida de la caza. Estos primitivos homínidos tenían un mayor tracto digestivo y unos dientes más grandes para poder triturar y digerir los alimentos. Se cree que por aquella época el 25% del tiempo de comida se dedicaba fundamentalmente a masticar los alimentos, como tendríamos que hacer hoy en día si no hubiéramos descubierto las técnicas culinarias y el fuego.
Al empezar a cocinar, el intestino disminuye al aumentar la disponibilidad de los nutrientes, se reduce el tamaño de los dientes al mejorar la masticación del alimento y lo más importante, un cerebro con mayor tamaño y más y mejores conexiones entre sus neuronas al tener que pensar en cazar para consumir más carne y perpetuar la especie.
Llegando en esta evolución como hito evolutivo, al desarrollo del lenguaje según Richard Wrangham en su libro.
Actualmente nuestro aparato digestivo ha evolucionado y se ha simplificado al no tener que digerir únicamente vegetales como los herbívoros, y además la relación entre nuestro intestino y nuestro cerebro es muy diferente al de otros homínidos, en nuestro caso nuestro cerebro es mayor y pesa más y por ello autores de reconocido renombre atribuyen al consumo de carne, entre otros factores, estos cambios en nuestra evolución. En este sentido la caza y el consumo de carne, contribuyó al desarrollo de una mayor inteligencia que favorecía la fabricación de herramientas y armas, el perfeccionamiento de las artes de caza y el desarrollo de habilidades sociales.
Por lo tanto, podemos decir que si bien este consumo de carne no fue el único factor que ha contribuido a nuestro desarrollo, sí que fue la combinación de una dieta con proteína animal, además de vegetales, unido a una mayor actividad intelectual y física, estos factores contribuyeron sin duda a la evolución del ser humano.
Según la antropóloga Mary Douglas, además, la elección de los alimentos de la dieta por parte de los seres humanos forma parte de la satisfacción de necesidades básicas, pero también de una forma de relacionarse socialmente; es más, Elia Psouni, psicóloga del desarrollo, el neurofisiólogo Martin Garwicz y el genetista evolutivo Axel Janke de la Universidad de Lund resaltan en los resultados de sus estudios sobre evolución humana cómo el ser carnívoros pudo haber contribuido a la difusión de la especie humana en la tierra, si bien no entra en la caracterización de lo que debería ser a día de hoy una dieta adecuada.
Es también cierto que todas estas teorías, como cualquier estudio científico, tienen su contrapartida en teorías que opinan lo contrario, pero negar la evidencia de la importancia del consumo de carne en nuestro desarrollo como seres humanos dejaría cuando menos lugar a la duda razonable.
En todo caso, me resisto a creer que un ser vivo con tanta complejidad como es el ser humano, haya llegado hasta aquí gracias al consumo de proteína animal, para empezar ahora a modificar radicalmente estos hábitos de consumo y empezar una “involución” que no tengo muy claro dónde nos dejaría en otros 2.5 millones de años. Tantos años de evolución consumiendo carne en el marco de una alimentación globalmente equilibrada no pueden estar equivocados.