Esta frase, enlazada con otras que denotan cercanía, llega a mis oídos siempre como un grito de guerra que define a un gremio. La conexión entre la carnicera y yo nació el primer día que visité su puesto en el mercado.
Casi se ha convertido en un privilegio el disponer del rato libre suficiente, como para hacer la compra en nuestra charcutería favorita. Sin embargo, es de relevancia recordar que nadie, y digo nadie, sabe cómo me gustan las lonchas de mortadela trufada, mejor que mi charcutero.
Y esto debería ser suficiente razón para no desistir nunca de hacerle las visitas necesarias, siempre que queramos lucirnos con un cocido o dejarnos aconsejar acerca del mejor queso semicurado para el bocata de la excursión del domingo.
Pero hay más razones: las tiendas de tradición, entre las que incluyo hueverías, pollerías y demás reliquias históricas, están atravesando una profunda transformación, que ha requerido de ellas una revisión de los surtidos, y una mayor dedicación al cliente, tanto en el trato como en el propio punto de venta.
Elaborados más originales, cortes más exclusivos, variedades de aves de máxima calidad, preparaciones diferentes. Potenciar la versatilidad que da la atención personalizada. Hacerse ver.
Encuentro casi romántico tomarse la tarde de compras en el barrio, escogiendo con cariño las viandas para una cena íntima, o para reservar en el congelador hasta el Menú de Navidad todo lo que entra por los ojos.
De modo que el presente y el futuro de esta forma preciosa del retail pasa por apelar a esos momentos especiales de celebración, donde uno no se la quiere jugar con los productos generalistas de un lineal de supermercado.
Y voy más allá: que el profesional del puesto complete el círculo de preparativos sugiriendo productos relacionados no hace sino facilitar al cliente la tarea de imaginar el menú perfecto. Conservas gourmet, packs degustación o espirituosos exclusivos.
“¿Por qué no disponer encima del mostrador, las mejores tostas de pan artesano sobre el que untar el paté casero?”
“¿Y si acompañas estas croquetas de rabo de toro, con ese pack de cervezas artesanas?”
“¿Eres amante del picante? Pues no te puedes ir sin esta salsita de chile chipotle, con las alitas de pollo que te llevas, hacen matrimonio sagrado”
Atención. Calidad. Surtido. Conveniencia.
Hasta hoy, mi carnicera sigue preguntándome si quiero más cosicas, y yo sigo sintiéndome como en casa.
Artículo publicado en la revista La Carne. Haz click aquí para suscribirte.