PARA DISFRUTAR DE UN BUEN COCHINILLO ASADO AL HORNO O UN ENTRECOT A LA BRASA, DE MANOS DE PROFESIONALES NO SOLO DE LA HOSTELERIA, SINO TAMBIÉN DEL CORTE Y EL CUIDADO DE LA CARNE, SOLO HAY QUE ACERCARSE A ÁVILA HASTA EL ASADOR LA ASOMADILLA.
Allá por los años 70, tiempos en los que más de uno creía que una mujer no podía trabajar en el sector y mucho menos ponerse al frente de un negocio, María se casó con un carnicero y, sin buscarlo, la vida le llevó poco a poco a formarse en este oficio y convertirse en toda una experta, que cayó muchas críticas machistas con su profesionalidad.
Cuatro décadas después, sigue dedicada a la carne a través de la hostelería, ya que en 1997, por cuestiones médicas realizaron un cambio de vida radical y se mudaron al pueblo abulense de Pedro Bernardo.
Aquella decisión cambió el rumbo de toda la familia. María dejó atrás su etapa de carnicera, pero no su amor por el producto y montó junto a su marido un asador de leña en el que, por supuesto, la carne es la protagonista. Sin embargo, dos décadas después de dejar de trabajar en el sector, sigue recordándolo con gran cariño y respeto y, sin duda, la profesión marcó su personalidad y quedó grabada a fuego en su memoria.
María, cuéntanos cuál ha sido tu trayectoria como carnicera.
Comencé en el sector llevando las cuentas del negocio de mi marido y, después, conociendo las diferentes piezas y cortando carne. Recuerdo que me llevaba muchas regañinas porque estropeaba el género, como todo aprendiz cuando está empezando. El negocio iba bien y fuimos abriendo más tiendas. Cuando el empleado que teníamos encargado de la sección de carnicería en una de las tiendas tuvo un accidente de coche, me vi obligada a ponerme al frente del negocio y convertirme al 100% en carnicera.
¿Fue entonces cuando se estrechó tu relación con Fedecarne?
Sí. Empecé a hacer cursos en la Federación: merchandising, escaparatismo, cocina… Éramos muy pocas mujeres formándonos, pasábamos por tiempos machistas en los que no se veía bien que una mujer trabajase detrás de un mostrador partiendo la carne, pero yo me sentía muy satisfecha con mi trabajo porque además me encantaba lo que hacía. Y desde aquí quiero animar a todas las mujeres a aprender el oficio, pero es necesario que se esfuercen en ser buenas profesionales, porque es un sector muy machista y nuestro deber es hacernos valer y respetar. Para mí fue un reto, pero ahora me siento muy orgullosa de haber sido carnicera.
¿Cómo fue cambiar el rumbo de vuestra vida profesional de forma tan radical?
Tenemos un hijo con parálisis cerebral y la rehabilitación no era suficiente. Nos dijeron que sería muy positivo que montase a caballo y fue entonces cuando decidimos montar un asador con horno de leña en Pedro Bernardo, para que él pudiera hacer equitación en el entorno rural.
Ha sido un camino difícil y evidentemente todo lo que había aprendido con anterioridad del mundo de la carne me ayudó mucho a crecer y mejorar profesionalmente. El secreto es tener ganas de aprender, hacer las cosas con cariño y superarte a ti misma. Hoy, puedo decir que llevamos dieciocho años estupendos al frente de nuestro Asador La Asomadilla y nuestro hijo es Subcampeón de España de Doma Clásica en la modalidad de Paraecuestre Grado 2.
¿Echas de menos el oficio de carnicera?
Me encantaba ser carnicera y recuerdo aquella etapa con mucho cariño. Sin embargo, sigo siendo una apasionada de la carne y continúo dedicándome a su mundo, porque nuestras especialidades son el cochinillo, el cordero y cabrito asados al horno y los chuletones, chuletillas y entrecots a la brasa.
Estuviste en la celebración de nuestro 85 Aniversario y recibiste reconocimiento por tu trayectoria como socia de Fedecarne. ¿Qué tal fue la experiencia?
Ese día significó mucho para mí, fue una gran ilusión, una ocasión emotiva para bonitos recuerdos. Pasé una noche estupenda, gracias al trabajo que realizasteis.